El Barça supo ganar a domicilio al Girona, pero lo más destacado del nivel mostrado y reflejado en el marcador fue el alto nivel de intensidad mostrado. El derroche físico fue clave para marcar las diferencias.
Un rival superado.
El Barça tenía un duelo muy peligroso contra el Girona, de visitante, llegando del parón de selecciones que suele ser un némesis del conjunto blaugrana, por la carga de minutos para algunos jugadores. El Girona ganó los dos partidos directos la temporada pasada, había muchas cosas que podían hacer de este partido una amenaza para el Barça. Pero fue iniciar el partido y el equipo culé se encargó de erradicar todas esas dudas, superando en intensidad y acumulando ocasiones. La presión impuesta por los de Flick fue clave para abrir el marcador, a través de un robo de Lamine Yamal a David Lopez para abrir el marcador, que a la postre con su pegada en un balón parado acabó en una posición perfecta para marcar el segundo. Lamine capitalizaba, pero el marcador seguía siendo corto.
Contundencia, pero faltó más.
El segundo tiempo fue un calco de la primera, porque el Barça fue a por más pero esta vez con la pegada de otros protagonistas a excepción de Lewandowski que tuvo mala fortuna de cara a portería. Apenas al inicio, Dani Olmo supo a marcar a asistencia de Kounde, y luego Pedri gozo de marcar al adelantar su posición en el campo, para marcar el cuarto gol definitivo para los blaugrana, pero incluso se quedó corto el resultado final de uno a cuatro. La toma de decisiones y manos a mano privaron al Barça de ganar por más.